No señores, yo no me conformo con ser poeta, no me resigno a la analgésica tranquilidad del sofá con dolor de mundo en cada verso endecasílabo perfectamente milimetrado , con vacío entre las letras que hablan mucho y no corre la sangre en sus venas. Me niego rotundamente a quedarme quieta en la comodidad aparente de una estrofa, no existe en mi ningún último verso, ninguna hoja en blanco, ningún suspiro que no sea de la pura experiencia de los ojos, las manos y los pasos. Yo quiero ser el impulso de la lírica, la revolución de las manos que se miran y los ojos que se abrazan, el pecho que se abre y se entrega ciegamente a la vida para poder ver donde la palabra no alcanza. Yo quiero ser el poema que me escribe en cada paso, la rima que me brota por los ojos, por mi útero y por mis manos. Yo quiero ser el cante jondo de la tierra y bailar por bulerías sobre las hogueras junto a todas mis ancestras que fueron quemadas en ellas por ser Poesía en tiempos de prosa retorcida. Quiero ser la brasa que despierta y no se apagará nunca porque va incendiando caminos helados. Quiero ser la Primavera que no se detiene ni por el más feroz de los inviernos. Quiero ser el canto de todos los comienzos y taconear junto al titilar de las estrellas. Quiero ser lo que aún no se ha escrito y sólo la abuela Muerte pondrá punto y aparte (porque no hay punto y final).
Así que no me inviten, señores intelectuales, a sus tertulias interminables de egos agrandados, ahórrense el intento de ofrecerme otro asiento que no sea la hierba o una piedra. No seré la poeta que se limpia los zapatos porque camino descalza con raíces de fuego y de barro. Seré la voz del pueblo en todas las plazas, selvas, desiertos y montañas.
Seré el mundo, a veces roto y a veces remendado, pero siempre vivo, siempre enamorado.
Ada Luz Márquez (Hermana Águila)
