Sofía: el Espíritu santo de sabiduría
El Espíritu santo de sabiduría como guía arquetípico de la evolución humana es una de las grandes imágenes de universalidad. Trascendiendo las limitaciones de cualquier creencia religiosa aislada, es una imagen que abarca toda experiencia humana, inspirando confianza en la capacidad del alma de encontrar su camino de vuelta a la fuente. ¿Dónde debemos buscar las expresiones más sublimes del espíritu humano en cada civilización, si no es en los relatos de la búsqueda que inspira e ilumina la vida humana? Desde la búsqueda de la hierba de la inmortalidad por parte de Gilgamesh al largo viaje por mar de Ulises hasta Penélope, desde la misión medieval de los caballeros del grial hasta la moderna búsqueda científica del campo unificado, el impulso es el mismo: descubrir la presencia viva que informa el mundo fenoménico y provoca la existencia del orden exquisito del universo. En Sofía, el Espíritu santo de sabiduría, la imagen de la diosa se traslada hacia dentro y se convierte en inspiración para la búsqueda del matrimonio sagrado, la reunión de dos aspectos de la conciencia que tanto tiempo han permanecido separados.
El vocablo griego sophia significa “sabiduría”.
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Para descubrir las raíces de la idea de sabiduría debemos remontarnos una vez más al Neolítico, cuando la diosa era la imagen del todo, cuando la vida emergía de ella y retornaba a ella, y cuando se la concebía como puerta o pórtico hacia una dimensión oculta del ser que era su vientre, fuente y regenerador eterno de vida.
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A medida que vamos adentrándonos en la era cristiana se produce un cambio profundo en la iconografía arquetípica; la sabiduría comienza a asociarse con Cristo como logos, la palabra de Dios, y se pierde la antigua relación entre la sabiduría y la diosa. Ahora, lo femenino arquetípico se ha borrado finalmente de la imagen de lo divino, y la imagen cristiana de la deidad como trinidad de Padre, Hijo y Espíritu santo se identifica plenamente con el arquetipo masculino.
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El cristianismo gnóstico conservó, sin embargo, la tradición más antigua; la imagen de Sofía como encarnación de la sabiduría sobrevivió. Aquí era la gran madre, consorte y parte contraria del aspecto masculino de la divinidad. Cuando, en los años 326 y 333 de nuestra era, los edictos del emperador Constantino reprimieron las sectas gnósticas, volvió a perderse de nuevo la imagen de Sofía como encarnación de la sabiduría. Sin embargo, tras un interludio de varios cientos de años, volvió a aparecer en la Edad Media en la gran explosión de devoción hacia la Virgen María y los peregrinajes a los santuarios de las Vírgenes Negras; y también en el impulso filosófico de aquellas épocas.
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Más tarde, con la súbita manifestación de la orden de los caballeros templarios, las leyendas del Grial, la alquimia, los trovadores de la iglesia cátara del Espíritu santo, Sofía, o Sapientia, como imagen de la sabiduría, se convirtió en la inspiración, guía y meta de una búsqueda espiritual de un abrumador carácter numinoso.
Es una historia fascinante, y revela el intento constante por parte del alma de restaurar la relación y el equilibrio entre los arquetipos femeninos y masculinos reflejados en las imágenes de diosa y dios. Más aún, se propone, a través del arquetipo femenino, dar énfasis a las tendencias intuitivas e introspectivas del alma, como también a las cualidades de cuidado y de compasión que se han definido tradicionalmente como femeninas, y que quizá no se valoren en sociedades donde sólo se considera divino el arquetipo masculino.
Extraído de "El mito de la diosa" de Anne Baring y Jules Cashford. Ediciones Siruela. Fondo de Cultura Económica. 2005.
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